31.12.07
Cada uno tiene sus manías. La mía era dibujar esferas de reloj. A menudo, en la clase, mientras el profe de Filosofía se explayaba sobre la fenomenología del espíritu, de Hegel, y el tedio cundía en la clase de cuarto, otros diseñaban gallitos, patos, estrellas de cinco o seis puntas y sobre todo mujeres desnudas, pero yo dibujaba esferas de reloj, siempre con números romanos. A la hora de situar las agujas, mi hora preferida era las 3 y 10, hora clave en mi breve trayectoria. A las 3 y 10 habíamos descubierto el cadáver del Dando; a las 3 y 10 había muerto mamá; a las 3 y 10 Rita había invadido mi altillo de Capurro; en otras 3 y 10 había sido mi estreno con Natalia.
Nunca fui supersticioso, y sin embargo, todos los días cuando llegaba esa hora, me ponía tenso, alerta, como si algo inesperado pudiera sobrevenir. Casi nunca pasaba nada, u ocurría algo intrascendente (sonaba una bocina lejana, alguien llamaba a la puerta, empezaban a ladrar los perros del barrio) que para mí adquiría una forzada trascendencia. Si estaba durmiendo la siesta, a esa hora me despertaba sobresaltado, o, si seguía durmiendo, ingresaba de pronto en un ensueño singular o en una pesadilla atroz. En cambio, las 3 y 10 de la madrugada no tenían ninguna importancia: las decisivas era las de la tarde.
Terminé el Liceo sin mayores contratiempos. Con resultados nada brillantes en asignaturas de ciencias (salvo Matemáticas, que me sedujo desde el comienzo) y más que buenos en Literatura, Historia, Dibujo. Mi proyecto era dedicarme a la pintura, en vez de inscribirme en Preparatorios. “Esta bien”, dijo el viejo, “pero entonces tendrás que trabajar. No creo que como futuro pintor te ganes el puchero.” Habló con varios amigos y poco después ingresé, como simple pinche (ayudante) , en Dominó S.A., conocida agencia de publicidad. Dos meses después empecé a colaborar en la reproducción casi mecánica de diseños ajenos y, de ves en cuando, en diseños propios, por cierto sencillitos y nada pretenciosos.
Es decir que a los diecisiete años tenía para mis gastos: libros, cine, algún baile, y sobre todo papel de dibujo, crayolas, acuarelas, pinceles, para mis bocetos privados, entre los cuales abundaban, como era previsible, los relojes.
Una tarde tomaba un cortado en el Sportman y saqué del portafolio un bloc y varios lápices. Mientras pensaba en un croquis que me habían encargado en la agencia para el lunes, mi lápiz empezó, casi independientemente de mi voluntad, a dibujar una esfera de reloj. Ya había esbozado los doce número romanos, cuando alguien, a mí lado, dijo “Claudio”.
Antes aún de mirar al dueño (o más bien dueña) de la voz, supe que era Rita. Me tomó la cara con las dos manos y me besó en la mejilla, junto a la comisura de los labios. Un beso que llegaba desde el pasado. No podía creerlo. Los ojos verdes se le habían oscurecido, el pelo castaño le colgaba hasta los hombros, en los brazos desnudos había una región de pecas que me parecieron un detalle poco menos que maravilloso. Seguía delgada, pero su atractivo (ahora, toda un mujer) se había consolidado, sin perder un aura de fragilidad que la conectaba con la Rita que, años atrás (¿cuántos eran?) se había deslizado desde la higuera de Norberto a mi altillo de Capurro.
Al principio nos atropellamos haciéndonos preguntas. Sí, seguía viviendo en Córdoba. Trabajaba como azafata en una compañía aérea, de modo que viajaba constantemente, dentro de Argentina y también en vuelos especiales al exterior. Sus padres residían en Santa Fe, y ella vivía con una hermana mayor, casada, arquitecta, con la que se llevaba bien. Eso fue algo de lo poco que le extraje, ya que su bombardeo de interrogantes casi no me permitía formular las mías, pero al fin se dio, y me dio, un respiro, y pude hacer la pregunta del millón: “¿Lo has visto a Norberto?” “¿A Norberto?” “Sí, tu primo de Capurro.” Por un instante vaciló y luego estalló en una carcajada. “Norberto no es mi primo. Simplemente aquel día usé su nombre como introducción, para inspirarte confianza.” No quedé convencido. “¿Y cómo entraste en el altillo a través de la higuera de Norberto?” Suspiró y quedó más linda. “La historia es a la vez simple y compleja. Estaba parando por unos días en casa de amigos de mi hermana, vecinos a su vez de Norberto, y ellos hablaron con preocupación de la enfermedad y la inminente muerte de tu madre y asimismo de vos y de tu hermanita, y me entraron unas tremendas ganas, no de consolarte sino de acompañarte, de tocarte, de transmitirte cariño, que es lo que en esos momento se necesita. No sé si te acordás que el patio de Norberto terminaba en un corredorcito que lindaba con la casa de mis amigos. Pues buen, ese corredorcito tenía unos ladrillos salientes por los que resultaba bastante fácil subir o bajar. Por esa ruta llegué a la higuera y por la misma ruta me fui.” “¿Y si algún familiar de Norberto te sorprendía?” “Bah, travesuras de niña. Eso suele aceptarse, aunque a veces te ligues un moquete. Probablemente ahora no podría esgrimir una excusa semejante. Pero lo cierto es que nadie me vio. Sólo vos.” En el fondo yo quería convencerme, así que respiré aliviado, como si hubiera contenido el aliento durante todos esos años.
“¿Ya asimilaste la muerte de tu madre?” “Y sí, ¿qué más remedio?” “La muerte no es tan grave, Claudio.” “¿Vos cómo te la imaginás?” “Yo la concibo como un sueño repetido, pero no un sueño circular, sino una repetición en espiral. Cada vez que volvés a pasar por un mismo episodio, lo ves a más distancia, y eso te hace comprenderlo mejor.” Esa interpretación me sobrepasaba, así que cambié de tema. “¿Y esta vez dónde estás viviendo?” “En pleno Centro: Mercedes y Ejido.” “¿Puedo verte allí?” Lo pensó un momento, con los labios apretados y la mirada distante. Luego dijo: “Vení mañana. Estaré sola. Aquí te anoto la dirección: Mercedes 1352.” “¿Es un apartamento?” “No, es una casa. Muy linda, ya la verás.”
Vio mi reloj dibujado, al que todavía le faltaban las agujas. “¿Puedo terminarlo?”, preguntó. Colocó un libro delante del papel, para que yo no viera lo que estaba haciendo. Después le dio vuelta y me lo dio. “Vení a verme mañana, a la hora que aquí te dibujé. Pero ahora guárdalo. Después lo mirás.”
Salimos del café, y caminamos una cuadra pero no alcanzamos a cruzar Dieciocho. Con tantas emociones, no me había dado cuenta de que el cielo se había encapotado, de modo que me sorprendí cuando empezó a llover., y siguió cada vez con más fuerza. Corrimos unos metros, pero aquello era un diluvio. Ya no era posible regresar al café, así que nos metimos en una entrada de apartamentos, que estaba más oscura aún que la calle. Como el agua entraba también allí, nos metimos más adentro. No había nadie. Ella me tomó la mano, se la llevó a los labios mojados por la lluvia y me la besó varias veces. La oscuridad de adentro y la inclemencia de afuera nos protegían del mundo. De modo que la abracé, tan tiernamente como puede hacerlo alguien que ha cultivado una ausencia durante años.
Nos besamos y nos besamos, nos acariciamos y nos volvimos a acariciar. Me sentí en la gloria y era inevitable que pensara en la jornada siguiente, en la casa de la calle Mercedes. Ya no importaba si seguía lloviendo o si había escampado. Tuvimos otra vez noción de que el mundo existía cuando alguien, con voz seca y conteniendo la indignación, dijo en mi nuca: “Con su permiso, jóvenes”, para que le permitiéramos llegar al ascensor. Balbuceamos perdón y sólo entonces vimos el sol de la calle. Rita miró su reloj pulsera y casi grito: “Se me hizo tarde. Tengo que llegar.” “¿A dónde?” pregunté, desconcertado y ansioso. “Tengo que llegar”, repitió. “Mañana nos vemos. No te olvides. Chau.” Y me dio un último, fugacísimo beso, antes de salir corriendo por Dieciocho en dirección a la plaza.
Regresé a casa caminando. Quería repasar a solas, morosamente, todo el encuentro. De modo que Rita seguía existiendo. ¿Y si yo me fuera a Córdoba? ¿Por qué no? ¿O tendría novio, marido o algo así? ¿Cómo no se lo pregunté? Cuando llegué a la calle Ariosto, saludé sumariamente a Elenita y a Juliska y me metí en mi cuarto, que infortunadamente no tenía higuera, ni siquiera ventana.
Extraje cuidadosamente del portafolio el papel con la esfera del reloj. Las agujas dibujadas por Rita señalaban (¿qué otra cosa podía ser?) las 3 y 10. Había sin embargo un detalle adicional: la aguja del minutero, que apuntaba al II romano, era la figura de un hombrecito desnudo, en tanto que la del horario, que apuntaba al III romano, era una mujercita, igualmente en cueros. El hombrecito-minutero estaba a punto de cubrir a la mujercita-horario. ¡Nuestra cita de mañana! exclamé, radiante, con euforia de minutero.
Al día siguiente, antes de las 3 y 10, estaba en Mercedes y Ejido. A medida que me acercaba, me había ido inundando un temor, que al final era casi pánico. Pronto mis recelos tuvieron confirmación: el número 1352 no existía.
Durante todo un mes, fui diariamente al Sportman, a la misma hora que el día del aguacero, pero Rita no reapareció. Seis meses después, compré una caja nueva de pasteles y pinté un cuadro: era una esfera de reloj con números romanos, con el hombrecito-minutero y la mujercita-horario que señalaban las 3 y 10. Lo titulé La hora del amor y lo subtitulé: “Homenaje a Rita.” Obtuve el tercer premio en el Primer Salón de Pintura al Pastel, pero la homenajeada no respondió a mi llamada de amor indio.
En la agencia fui felicitado, y mi jefe, muy orgulloso “de tener entre el personal de la agencia a un artista laureado [sic], me aumentó el sueldo y empezó a encomendarme tareas más creativas y de una mayor responsabilidad.
27.12.07
todas las demás son aburridas
- Algunas veces uso mis jeans por mas de una semana hasta que estan bien sucios. Eso me hace sentir mas cerca de ti.
- ¿Qué quieres que te diga sobre eso?
- Nada. Nada.
- ¿Cómo está tu novio? ¿Tienes un novio nuevo? ¿Un novio de pelo largo, que practica salto de caída libre y surf? ¿Te lleva a hacer surf? Invítame, iré contigo. No sé hacer surf, pero quiero decir, si quieres.
- No tengo un novio. Y tienes un problema grave de distorsion de la realidad. Podrías dormir con todo el planeta y aun así sentirte rechazado. Por favor quisiera que te fueras.
- Me gustan tus pechos. Me gustan, son modestos y nada pretenciosos. Te agradecería si algún día me los muestras.
- No hay mucho que ver. Vete.
- ¡El entrepiso! Terminaste el entrepiso, pensé que nunca lo terminarías, como el bote y todo lo demás. ¿Esta cama es fuerte? (saltando sobre ella). ¿Resiste un tipo? ¿Una pareja?
- ¡Que estas haciendo! Sal de ahi… Sal de aquí.
- ¡No!
- Sal o llamo a tu madre.
- No, ¿a mi madre? No. No. A mi madre no.
- Vas a perder el vuelo.
- ¡No me importa! ¡No me importa!
- ¿Por qué me haces esto? ¿Qué te he hecho? ¿Dime que quieres que haga?
- No sé. ¿Tal vez tocarme el pelo o algo?
- No puedo hacer eso. ¿Por qué yo?
- Porque todas las demás son aburridas… y porque tu eres diferente… No te gusto (sollozos).
19.12.07
18.12.07
cultura garrera
en la Garra es
Reventar al chuncho
a puras puñaláh
Ríe cuando el chuncho este sangrando ( ¡por el hoyo! )
Ríe cuando vayan a morir ( ¡morir! )
Si una gran ciudad ( ¡los chunchos! )
Quieren construir
Al hogar de cristo van a ir a dormir
Chupa la cuelga chuncho maricón
Chupa la cuelga chuncho maricón
alias
manueles garcías
9.12.07
(nota : transcribí la letra de una grabación de una tocata, ojalá sea así)
5.12.07
26.11.07
24.11.07
El Cabro Carrera
Mario Silva Leiva desde pequeño fue conocido como el "Cabro Carrera", por lo escurridizo que era para la policía.
Se crió en el Barrio Franklin donde robaba carteras y billeteras. En la década de los ?60 la "Hermandad de Santiago" le dio la oportunidad de entrar en las grandes ligas del narcotráfico.
En 1973 el régimen militar lo expulsó del país y lo embarcó a Estados Unidos, donde pasó tres años preso. Posteriormente, "Carrera" se trasladó a Europa donde se dedicó al robo de joyas.
Más tarde, en Brasil, el contrabando de diamantes le permitió amasar gran parte de su fortuna.
Tras sufrir el secuestro de uno de sus hijos, el "Cabro Carrera" regresó a Chile -en 1988- siendo recibido como una leyenda viviente por el hampa criolla.
Incluso llegó a fotografiarse, con el entonces director de Investigaciones, Nelson Mery, cuando uno de sus caballos ganó el clásico de la policía civil.
En 1997 comenzó el fin de su imperio: fue acusado de ser líder de una organización dedicada al narcotráfico y al lavado de dinero.
Dos años después falleció por complicaciones cardíacas cuando esperaba enfrentar a la justicia, que la mañana del martes 24 de octubre, remató lo que quedaba de su imperio.
El "Cabro Carrera" nunca pagó los impuestos, cifra que hoy llega a los doce mil millones de pesos.
19.11.07
Periodista que (des) Informa
Periodista de canal 13: No sé y no me interesa.
Camilo: ¿y qué es periodismo?
Periodista de canal 13: La carrera que yo estudié y que estoy felíz de haber estudiado.
Camilo: Ahh, ¿y qué es Comunicación Audiovisual?
Camarógrafo de Canal 13 que estaba al lado del periodista del canal 13: Lo que estudié yo y gano más que ese weon - apuntando al compañero- .
Camilo: Buena cabros.
12.11.07
PEDRO Y EL CAPITAN
véalo
2. f. Tortura que se da mediante este instrumento.
VICTOR JARA PRESENTE
un temblor de primaveras, palomitay,
un volcán corre en tus vena
Y mi sangre como brasa tienes paloma
en tu cuerpo quiero hundirme, palomitay,
hasta el fondo de tu sangre
El sol morirá, morirá.
La noche vendrá, vendrá.
Envuélvete en mi cariño,
deja la vida volar,
tu boca junto a mi boca,
paloma, palomitay.
Ay palomay!
Ay palomay!
En tu cuerpo flor de fuego tienes paloma,
una llamarada mía, palomitay,
que ha calmado mil heridas
Ahora volemos libres tierna paloma,
no pierdas las esperanzas, palomitay,
la flor crece con el agua
El sol volverá, volverá.
La noche se irá, se irá.
Envuélvete en mi cariño,
deja la vida volar,
tu boca junto a mi boca,
paloma, palomitay.
Ay palomay!
Ay palomay!
Consternados, rabiosos
derrotando afrentas.
Así estamos
consternados
rabiosos
aunque esta muerte sea
uno de los absurdos previsibles
da vergüenza mirar
los cuadros
los sillones
las alfombras
sacar una botella del refrigerador
teclear las tres letras mundiales de tu nombre
en la rígida máquina
que nunca
nuca estuvo
con la cinta tan pálida
vergüenza tener frío
y arrimarse a la estufa como siempre
tener hambre y comer
esa cosa tan simple
abrir el tocadiscos y escuchar en silencio
sobre todo si es un cuarteto de Mozart
da vergüenza el confort
y el asma da vergüenza
cuando tú comandante estás cayendo
ametrallado
fabuloso
nítido
eres nuestra conciencia acribillada
dicen que te quemaron
con qué fuego
van a quemar las buenas
las buenas nuevas
la irascible ternura
que trajiste y llevaste
con tu tos
con tu barro
dicen que incineraron
toda tu vocación
menos un dedo
basta para mostrarnos el camino
para acusar al monstruo y sus tizones
para apretar de nuevo los gatillos
así estamos
consternados
rabiosos
claro que con el tiempo la plomiza
consternación
se nos irá pasando
la rabia quedará
se hará mas limpia
estás muerto
estás vivo
estás cayendo
estás nube
estás lluvia
estás estrella
donde estés
si es que estás
si estás llegando
aprovecha por fin
a respirar tranquilo
a llenarte de cielo los pulmones
donde estés
si es que estás
si estás llegando
será una pena que no exista Dios
pero habrá otros
claro que habrá otros
dignos de recibirte
comandante.
Poema recitado por Mario Benedetti y las imagenes editadas por un canal de Venezuela
despabílate amor
despabílate amor y toma nota
sólo en el tercer mundo
mueren cuarenta mil niños por día
en el plácido cielo despejado
flotan los bombarderos y los
buitres
cuatro millones tienen sida
la codicia depila la amazonia
despabílate
en los ordenadores de la abuela
onu
no caben más cadáveres de
ruanda
los fundamentalistas degüellan a
extranjeros
predica el papa contra los
condones
havelange* estrangula a maradona
bonjour monsieur le maire
forza italia buon giorno
guten morgen ernst junger
opus dei buenos días
good morning hiroshima
que el horror amanece
11.11.07
10.11.07
hemobeso
Pa'la otra me pondré un pedazo de papel en la ñata, por si las moscas.
4.11.07
29.10.07
22 pm
27.10.07
(…)
En tiempos tan desgarradores no se puede escribir suavemente. Sin delicadezas a nuestro alrededor, imposible fabricar textos exquisitos. Escribo para pinchar un poco y obligar a otros a oler la mierda. Hay que bajar el hocico al piso y oler la mierda. Así aterrorizo a los cobardes y jodo a los que gustan de amordazar a quienes podemos hablar".
21.10.07
y latinoamericanos
se tomaron de las manos
matatiretirundín.
En este hermoso jardín
a momios y dinosaurios
los jóvenes revolucionaurios
han dicho basta por fin.
¡Basta!
Que viene el guanaco
y detrás los pacos
la bomba adelante
la paralizante
también la purgante,
y la hilarante.
¡Ay qué son cargantes
estos vigilantes!
El joven secundario
y el universitario,
con el joven proletario,
quieren revolución.
En la Universidad
se lucha por la reforma
para poner en la horma
al beato y al nacional.
Somos los reformistas,
los revolucionarios,
los antiimperialistas,
de la Universidad.
20.10.07
Bueno, me voy. Masturbarse uno mismo es igual que bailar solo: primero estás alegre y funciona, pero después te das cuenta de que eres un imbécil. ¿Qué hago aquí desnudo frente al espejo pajeándome? Me visto y me voy. Me pongo ropa sucia, sudada. Hoy estoy asqueroso, definitivamente. Bajo las escaleras y me encuentro con los bobos llorando, en el quinto piso. Son jóvenes, pero bobos, mongólicos, o locos, zanacos, no sé, algo así, subnormales, fronterizos. Llevan años juntos. Apestan a suciedad. Se cagan a escondidas en la escalera. Mean en todos los rincones. A veces andan en cueros en la casa y se asoman a la puerta. Escandalizan, se babean. Ahora ella está sentada en un escalón, llorando a grito pelado. Se le va el mundo en las lágrimas y le dice al tipo: «Yo te quiero mucho, pero así no puedo. Yo te quiero mucho, pero así no puedo. Yo te quiero mucho. ¡Ayyy, tito! ¡Ayyy! Yo te quiero mucho, pero así no puedo.» Él encendió un cigarro, se hizo a un lado para dejarme pasar, y le dijo: «Yo sé que tú me quieres, chinita, yo sé que tú me quieres, chinita.» Y el tipo comienza a sollozar también. [...]
14.10.07
La cuesta para llegar a lagunaverde es muy alta, menos mal que a la micro que en realidad se llama liebre no le complicaba. la vista, incluso desde la carretera es hermosa. la vista desde el lugar que estabamos, mucho más. El día nos acompañó, el sol estaba bien amarillo, como en los dibujos de cuarto básico, el mar bien celeste y nosotros bien felices.
Nicol, no te gusta que te den las gracias, o no sé si te guste o no, sin embargo nunca queda demás un agradecimiento sincero, del alma, por la buena onda, la comprensión, la sinceridad y tu honesta personalidad que me hacen quererte mucho, aunque el amor no sea medible.
Para la próxima vez que vayamos a lagunaverde, quizás con compañia y por más tiempo, tocamos el agua y nos bañamos sin caprichos, si y sólo si encontramos el camino que nos dé con el mar, jajajajá.
Le doy las gracias los buses pullman porque en el camino de vuelta a la capital el aire acondicionado me dejó los pies bien calientes y no pasé frio mientras descansaba, tambien le agradezco al señor que iba en la camioneta y apenas nos vió que ibamos cansados caminando hacia "donde popeye" nos gritó: chascón! , y nos invito a subirnos detrás de su camioneta para ahorrarnos camino. También gracias al chofer de la micro, que por esas casualidades de la vida tomámos su bus de ida y de vuelta jajajajjaja´.
Y para terminar éste texto tan desordenado, hoy con la nicol concluimos que los chilenos somos muy giles porque usamos expresiones raras, por ejemplo, para decir que estamos muy cansados o chatos o "no querer más" decimos: estoy pal hoyo. Y cuando queremos expresar mayor alegria por una situación o cosa decimos: es la raja. Es decir, sinonimo chileno del poto para expresar que algo es pal hoyo o es la raja. Podría contarle ésto a un gringo a ver qué me dice, si para ellos todo es Ass o no Ass.
una foto de la nicol que se cree el jesucristo que está en brasil, en alguna ciudad
11.10.07
Cerca vive Margarita. Hacía tiempo que no nos veíamos. Cuando llegué estaba lavando y sudaba. Se alegró y fue a bañarse. Éramos novios furtivos -no me hagan caso, de algún modo tengo que decirlo- hacía casi veinte años y cuando nos vemos primero templamos y después conversamos muy relajados. Así que no la dejé bañarse. Le quité la ropa y le pasé la lengua por todas partes. Ella hizo lo mismo: me quitó la ropa y me pasó la lengua por todas partes. Yo también estaba muy sudado de tanta bicicleta y tanto sol. Se estaba reponiendo y engordaba. Ya no estaba demacrada. De nuevo tenía las nalgas duras, redondas y sólidas a pesar de sus cuarenta y seis años. Los negros son así. Llenos de fibras, y músculos, con muy poca grasa, y una piel limpia, sin granos. Oh, no resistí la tentación y, después de un buen rato jugando con ella, ya había tenido tres orgasmos, se la metí por el culo. Muy despacio, bien mojada con los líquidos de su vagina. Poco a poco. Metiendo y sacando y masturbándole el clítoris con mi mano. Ella rabiaba de dolor, pero me pedía más y más. Mordía la almohada, pero retrocedía el culo y me pedía que se la metiera hasta el tronco. Es fabulosa esa mujer. Ninguna disfruta más que ella. Así estuvimos unidos mucho rato. Cuando se la saqué estaba embarrada de mierda, y ella se asqueó. Yo no. Yo tenía el cínico alerta, nunca dormía. Es que el sexo no es para gente escrupulosa. El sexo es un intercambio de líquidos, de fluidos, saliva, aliento y olores fuertes, orina, semen, mierda, sudor, microbios, bacterias. O no es. Si sólo es ternura y espiritualidad etérea entonces se queda en una parodia estéril de lo que pudo ser. Nada. Nos dimos una ducha y quedamos listos para un café y para conversar un rato. Ella quería que la acompañara a El Rincón. Tenía que cumplir una promesa a San Lázaro y me pedía que la acompañara al día siguiente. En realidad me lo pidió con tanto cariño que acepté. Eso es lo maravilloso de la mujer cubana -debe haber muchas otras igual, tal vez en América, en Asia- es tan cariñosa que nunca puedes decir no cuando te piden algo. No es así con las europeas. Las europeas son tan secas que te dan todas las posibilidades para decirles ¡NO! Y quedarte a gusto.
Después regresé a casa. Ya la tarde estaba refrescando. Tenía hambre. Claro, sólo tenía un té, una tajada de melón y un café en el estómago. En la casa me comí un pedazo de pan con otro té. Ya me estaba acostumbrando a muchas cosas nuevas en mi vida. Me estaba acostumbrando a la miseria. A tomarlo todo como viniera. Me entrenaba en abandonar el rigor, o no sobreviviría. Siempre viví carente de algo. Desasosegado, queriendo todo a la vez, luchando rigurosamente por algo más. Estaba aprendiendo a no tenerlo todo a la vez. A vivir casi sin nada. De lo contrario seguiría con mi visión trágica de la vida. Por eso ahora la miseria no me hacía mucho daño.
Entonces me llamó Luisa. Venía a estar conmigo el fin de semana. Y Luisa es una mujer adorable. Tal vez demasiado joven para mí. Pero no importa. Nada importa. Empezó a llover y a tronar, con un viento de ciclón y una humedad terrible. Es así en el Caribe. Hay sol y de pronto empieza el aire y la lluvia y uno está en medio del huracán. Me hacía falta un poco de ron, pero no había forma de conseguirlo. Yo tenía algún dinero pero no había nada que comprar. Me acosté a dormir. Estaba sudado y las sábanas sucias, pero me gusta mi olor a sudor y suciedad. Me excita olerme a mí mismo. Y Luisa estaba al llegar. Creo que me quedé dormido. Si el viento arreciaba más y arrancaba las planchas de fibrocemento del techo me daba igual. Nada importa.
COSAS NUEVAS EN MI VIDA
de un libro que un dia me mostró mi amigo
olate que lo quiero caleta porque es buena gente y chistoso
se llama "trilogía sucia de la habana"
de pedro juan gutierrez
y que hoy saqué de las bibliotecas del metro urbano
8.10.07
Llegé a mi casa y me puse a buscar la etimología de la palabra piti y no apareció casi nada relevante solo que en la pagina de la cuarta el profesor campusano hace una referencia en la ficha pop donde explica que "Desde hace años en Chile se les dice "piticiegos" a las personas que usan lentes ópticos o a quienes tienen dificultades a la visión, pero lentamente del término piticiego" se pasó a la forma acortada "piti". Hoy, con los lentes de contacto, "los pitis" parece que fueran menos". Yo creía que Piti venía de alguna palabra gringa (Pity) porque típico que mucho de nuestros "chilenismos" son palabras yankis adecuadas a nuestro indigena lenguaje, pero Pity sólo significa piedad o compasión, así que nada que ver con tener miopia. Sin embargo los franceses usan una palabra parecida para decir pequeño lo que podría relacionarse con tener una corta visión, literalmente pasaria a ser pequeña vision porque para decir pequeño los franchutes dicen Petit y como nosotros hablamos super hiper bacán y terminamos las eses y todas esas vainas, la palabra petit evoluciona a piti y así le decimos a los huevones que tienen que usar lente para mirar las micros o leer el diario. Pero la cosa no termina acá, según el google los mapuches ocupan la palabra Piti para referirse a lo mismo. Petit y piti significa pequeño en franchute y mapuche, aunque no he encontrado un diccionario mapudungún donde defina la palabra PITI para usar una fuente más confiable pero dá igual, porque sabiendo o no sigo siendo entero piti.
la canción lentes de allende la lleva loco!
7.10.07
Entrevista a Manuel Garcia en el programa Collage de Via X
Subida a youtube por camilo cornejo.
6.10.07
carta a la dulce juventud
A ti, mi querida polilla de farol, mi carreteada zapatilla cesante. A la verde juventud universitaria, que escribe su testimonio con la llamarada de una molotov que tisa de rabia el cemento. A los encapuchados del Arcis, de la Chile, de tantas aulas tomadas en la justa demanda de querer estudiar sin trabas económicas, sin la monserga odiosa del crédito, del recargo, de la deuda y el pago. Como si no bastara con quemarte las pestañas dándole al estudio los mejores años de tu vida, para después titularte de neurótico vagoneta. Como si no bastara tu dedicación, tu sincera dedicación, cuando te humea el mate toda la noche, hasta la madrugada leyendo, dejando de lado ese carrete bacán que chispearía de pasión tu noche de fiesta. Tu gran noche, pendejo, donde chorrearían las cervezas y un aire mariguano pintaría de azul el vaho de la música. Como si no bastara con todas las negaciones que te dio la vida, cuando postulaste a esa universidad privada y el «tanto tienes, tanto vales» del mercado académico te dijo: «Tú no eres de aquí, Conchalí, —No te alcanza, Barrancas, —A otro carrusel, Pudahuel, — A La U. del Estado, Lo Prado.»
Así no más, mi bella chica artesa que ya se las vivió todas de un trago, y en ese salud el futuro se derramó de golpe. Vino el embarazo y la bronca de tu viejo preguntándote de quién era el crío. Y qué te ibas a acordar si esa noche en la disco todos los locos tenían la misma cara de fiebre. La única que no te dijo nada fue tu vieja, quien te brindó su apoyo, valioso, pero inútil a la hora de pagar quinientas lucas por el aborto. Y ahí está el niño ahora, y tú lo amas como a nadie, y qué culpa tiene él, y qué culpa tienes tú también de abandonar tus sueños de progreso, de realización profesional a cambio de este papel de niña-madre. Adiós, mi chiquilla, a ese porvenir, que tan temprano canceló tus ilusiones gota a gota con la urgencia parturienta. Y, al final, como tantas chicas de la población, te ves hojeando el diario, buscando pega en un topless, en los cafés para varones, o en las casas de masajes que abundan en la oferta laboral de la prostituída demanda. Y eso fue todo, allí se acabó el cuento de la dulce princesita descarriada.
A tantos pendejuelos rockeros, raperos, metaleros, hip-hoperos, que despliegan su estéti ca bastarda coloreando esta urbe infame con su melenada tornasol. A ellos, por su espectáculo de vida impertinente. Por sus desvíos, por sus tocatas donde el minuto bullanguero de eléctrico rocanroll, también equivale a un minuto de silencio. Por ese silencio, cuando llegas a tu casa, pateando piedras», «puteando piedras», porque lo único que te espera es la tele prendida cacareando su mentira oficial. Para ti, mi Johny Caucamán, mi Matías Quilaleo, mi Rodrigo Lafquén; bellos ejemplares de la raza mapuche que en Santiago rapean su guillatún-tecno. Por esa fiereza de indio punky, pelo tieso. Por su indomable juventud, que desde acá, apoyan con el corazón encendido las movilizaciones de Ralco, el Biobío, y putean en mapudungun chicano por sus hermanos presos.
Para usted, joven barrista, que escucha desconfiado el palabreo de esta prédica. Tal vez para reforzar la sospecha de su espíritu futbolero que se expresa clandestino en los códigos del graffiti, del espray en mano, de la letra puntuda narrando en las paredes la flecha anarca de su descontento. Quisiera prometerle que la ciudad sería una pizarra para usted solo, y que en sus paredes, usted podría expresar libre esa gramática lunfarda que lo apasiona. Quisiera decirle que nunca más la bota policial limpiará su mierda de «orden y patria» en sus nalgas rebeldes. Podría ofrecerle tantas cosas, tantas esperanzas que muchos guardamos con impotencia en el lado zurdo del amor. Pero usted sabe más que yo de las promesas incumplidas, del apaleo de la repre, y del canto frustrado de su esquina pastabasera, de su cancha de fútbol y las tardes tristes, ociosas, peloteando. Usted lo vivió, lo supo o le contaron lo que ocurrió en su paisito. Por eso, usted sabe mejor que nadie que el sermón monaguillo de la derecha fue y será para el Chile pobre un epitafio de tumba.
No le ofrezco el cielo, porque sé que los ángeles le aburren. Tampoco un carrete interminable, porque el bolsillo roto de la izquierda no da para tanto. Tal vez, en esta carta, podamos imaginar un sitio digno donde respirar libertad, justicia y oportunidades sin besarle el culo a nadie. Quizás, soñar otro país, donde el reclutamiento sea voluntario, y usted no se sienta menos patriota por negarse a empuñar la criminalidad de esas armas. Sería un bello país, ¿no cree? Un largo país, como un gran pañuelo de alba cordillera para enjugarle al ayer la impunidad de sus lágrimas. Un hermoso país, como una inmensa sábana de sexo tierno que también sirva para secarle a usted su sudor de mochilero patiperro. ¿Qué me dice? Nos embarcamos en el sueño.
p.lemebél
5.10.07
en Chile lo llaman: ex general, dios, salvador del mundo.
una mierda nuestra prensa.
Esta mujer.
Debo creer que debe haber un sol en ella,
Debo creer que debe haber adentro de ella,
Si esta mujer no quiere ser esta canción
esta mujer,
se puede ir diciendo no frente a mi amor,
se puede ir y maldecirme con su voz
Y aunque su historia es flor común
entre otras páginas abiertas,
el transeúnte que pasó
leyó la historia incompleta
Pero el sol es como un pájaro
de oro que ha soñado un resplandor,
los hijos del cielo y de su sangre
tienen celeste la voz.
Todas las mañanas desperté sobresaltado,
pues soñaba
pájaros de oro y yo desnudo
vuelto a la ventana.
Si esta mujer no quiere ser esta canción
esta mujer,
se puede ir diciendo no frente a mi amor
se puede ir y maldecirme con su voz.
Cuando era niño descubrí
miles de cosas tan curiosas:
arañas, piedras y también
que el sol a veces se equivoca.
3.10.07
¿qué es lo que quiere esa nena?
¿quien dijo que se acabó? la fiesta ahora empezó
fuego fuego llamen a los bomberos
fuego fuego llamen a los bomberos
sigue asi con el general poniendo todo el mundo a gozaram
esta fiesta no se puede acabaram
porque ahora empezó de verdad
fuego fuego llamen a los bomberos
fuego fuego llamen a los bomberos
está calor no se puede saciaram
si no mami tenes que bailaram
es lo unico que puede pararam
los bomberos no te pueden ayudaram
el general no te puede ayudaram
si en si no te puede ayudaram
lo unico mami que te va a ayudaram
es pararte y ponerte a bailar
baila baila con el general
baila baila con el general
baila baila con si encima
el artista bacán
2.10.07
28.9.07
j.cortázar
23.9.07
I'm with my dad
yes
dad
I remember
my father was there
oh yeah oh yeah
we're in a concert
a Duke Ellington concert
yes my man, Duke Ellington
the band starts to play bass, drums, and all
its amazing with their super swing
the Duke enters the stage
he's rediant in a glowing white tuxedo
"el Duke la ultima vez que lo ví fué en el Olimpia en 1958, muchas gracias mis hijitos por la invitación"
"Oye! Pero ques esto!? Esto es no Duke Ellington! Esto es un Pato! Esto es un Pato Ellington!"
"Dad, this is not Duke Ellington, but Duck Ellington. This is a dream"
"Que!?"
"I'm sorry dad, but you're dead, you've lost the battle to cancer"
NO NO I cried so hard, I could feel my tears forming to rivers under my eyes
IN DREAMS EMOTIONS ARE OVERWHELMING
18.9.07
La mujer la mira asombrada. Está acostumbrada a la dádiva, al rechazo, a la indiferencia. No al diálogo.
- ¿Cómo?
- Digo que por qué pide.
- Para comer, señora. Por amor de Dios.
- ¿Y no puede trabajar?
- No, señora. Por amor de Dios.
- ¿No puede o no quiere?
- No, señora.
- ¿No qué?
- No hay trabjo. Por amor de Dios.
- Déje tranquilo el amor de Dios. ¿No se da cuenta de que Dios no quiere amarla?
- No diga eso, señora. No diga eso.
- Tome.
- Gracias, señora. Por amor de Dios.
Ahora camina con pasos más firmes y más rápidos. La mendiga queda atrás, atónita. Uno de sus niños rompe a llorar. Graciela vuelve la cabeza para mirar al grupo, pero no se detiene.
Siempre que pasó frente a algún mendigo y este me pide plata o me mira con cara de perro callejero golpeado no sé qué hacer. Me gustaría acercarme y hacerle esas preguntas del libro pero nunca me atrevo. Siempre me cuesta dar plata, a veces no ando trayendo, pero otras no regalo porque pienso que es un poco humillante, aunque a ellos no le interese la humillación. Estar en el piso y todo cochino basta. Y tampoco les importe si yo pienso que es humillante, sólo quieren las monedas o los vueltos. Quizás para la próxima me acerce a alguno y dialogue, como dice arriba, están acostumbrados al rechazo, la indiferencia.
14.9.07
10.9.07
conductas en los velorios
No vamos por el anís, ni porque hay que ir. Ya se habrá sospechado: vamos porque no podemos soportar las formas más solapadas de la hipocresía. Mi prima segunda la mayor se encarga de cerciorarse de la índole del duelo, y si es de verdad, si se llora porque llorar es lo único que les queda a esos hombres y a esas mujeres entre el olor a nardos y a café, entonces nos quedamos en casa y los acompañamos desde lejos. A lo sumo mi madre va un rato y saluda en nombre de la familia; no nos gusta interponer insolentemente nuestra vida ajena a ese diálogo con la sombra. Pero si de la pausada investigación de mi prima surge la sospecha de que en un patio cubierto o en la sala se han armado los trípodes del camelo, entonces la familia se pone sus mejores trajes, espera a que el velorio esté a punto, y se va presentando de a poco pero implacablemente.
En Pacífico las cosas ocurren casi siempre en un patio con macetas y música de radio. Para estas ocasiones los vecinos condescienden a apagar las radios, y quedan solamente los jazmines y los parientes, alternándose contra las paredes. Llegamos de a uno o de a dos, saludamos a los deudos, a quienes se reconoce fácilmente porque lloran apenas ven entrar a alguien, y vamos a inclinarnos ante el difunto, escoltados por algún pariente cercano. Una o dos horas después toda la familia está en la casa mortuoria, pero aunque los vecinos nos conocen bien, procedemos como si cada uno hubiera venido por su cuenta y apenas hablamos entre nosotros. Un método preciso ordena nuestros actos, escoge los interlocutores con quienes se departe en la cocina, bajo el naranjo, en los dormitorios, en el zaguán, y de cuando en cuando se sale a fumar al patio o a la calle, o se da una vuelta a la manzana para ventilar opiniones políticas y deportivas. No nos lleva demasiado tiempo sondear los sentimientos de los deudos más inmediatos, los vasitos de caña, el mate dulce y los Particulares livianos son el puente confidencial; antes de medianoche estamos seguros, podemos actuar sin remordimientos. Por lo común mi hermana la menor se encarga de la primera escaramuza; diestramente ubicada a los pies del ataúd, se tapa los ojos con un pañuelo violeta y empieza a llorar, primero en silencio, empapando el pañuelo a un punto increíble, después con hipos y jadeos, y finalmente le acomete un ataque terrible de llanto que obliga a las vecinas a llevarla a la cama preparada para esas emergencias, darle a oler agua de azahar y consolarla, mientras otras vecinas se ocupan de los parientes cercanos bruscamente contagiados por la crisis. Durante un rato hay un amontonamiento de gente en la puerta de la capilla ardiente, preguntas y noticias en voz baja, encogimientos de hombros por parte de los vecinos. Agotados por un esfuerzo en que han debido emplearse a fondo, los deudos amenguan en sus manifestaciones, y en ese mismo momento mis tres primas segundas se largan a llorar sin afectación, sin gritos, pero tan conmovedoramente que los parientes y vecinos sienten la emulación, comprenden que no es posible quedarse así descansando mientras extraños de la otra cuadra se afligen de tal manera, y otra vez se suman a la deploración general, otra vez hay que hacer sitio en las camas, apantanar a señoras ancianas, aflojar el cinturón a viejitos convulsionados. Mis hermanos y yo esperamos por lo regular este momento para entrar en la sala mortuorio y ubicarnos junto al ataúd. Por extraño que parezca estamos realmente afligidos, jamás podemos oír llorar a nuestras hermanas sin que una congoja infinita nos llene el pecho y nos recuerde cosas de la infancia, unos campos cerca de Villa Albertina, un tranvía que chirriaba al tomar la curva en la calle General Rodríguez, en Bánfield, cosas así, siempre tan tristes. Nos basta ver las manos cruzadas del difunto para que el llanto nos arrase de golpe, nos obligue a taparnos la cara avergonzados, y somos cinco hombres que lloran de verdad en el velorio, mientras los deudos juntan desesperadamente el aliento para igualarnos, sintiendo que cueste lo que cueste deben demostrar que el velorio es el de ellos, que solamente ellos tienen derecho a llorar así en esa casa. Pero son pocos, y mienten (eso lo sabemos por mi prima segunda la mayor, y nos da fuerzas). En vano acumulan los hipos y los desmayos, inútilmente los vecinos más solidarios los apoyan con sus consuelos y sus reflexiones, llevándolos y trayéndolos para que descansen y se reincorporen a la lucha. Mis padres y mi tío el mayor nos reemplazan ahora, hay algo que impone respeto en el dolor de estos ancianos que han venido desde la calle Humboldt, cinco cuadras contando desde la esquina, para velar al finado. Los vecinos más coherentes empiezan a perder pie, dejan caer a los deudos, se van a la cocina a beber grapa y a comentar; algunos parientes, extenuados por una hora y media de llanto sostenido, duermen estertorosamente. Nosotros nos relevamos en orden, aunque sin dar la impresión de nada preparado; antes de las seis de la mañana somos los dueños indiscutidos del velorio, la mayoría de los vecinos se han ido a dormir a sus casas, los parientes yacen en diferentes posturas y grados de abotagamiento, el alba nace en el patio. A esa hora mis tías organizan enérgicos refrigerios en la cocina, bebemos café hirviendo, nos miramos brillantemente al cruzarnos en el zaguán o los dormitorios; tenemos algo de hormigas yendo y viniendo, frotándose las antenas al pasar. Cuando llega el coche fúnebre las disposiciones están tomadas, mis hermanas llevan a los parientes a despedirse del finado antes del cierre del ataúd, los sostienen y confortan mientras mis primas y mis hermanos se van adelantando hasta desalojarlos, abreviar el último adiós y quedarse solos junto al muerto. Rendidos, extraviados, comprendiendo vagamente pero incapaces de reaccionar, los deudos se dejan llevar y traer, beben cualquier cosa que se les acerca a los labios y responden con vagas protestas inconsistentes a las cariñosas solicitudes de mis primas y mis hermanas. Cuando es hora de partir y la casa está llena de parientes y amigos, una organización invisible pero sin brechas decide cada movimiento, el director de la funeraria acata las órdenes de mi padre, la remoción del ataúd se hace de acuerdo con las indicaciones de mi tío el mayor. Alguna que otra vez los parientes llegados a último momento adelantan una reivindicación destemplada; los vecinos, convencidos ya de que todo es como debe ser, los miran escandalizados y los obligan a callarse. En el coche de duelo se instalan mis padres y mis tíos, mis hermanos suben al segundo y mis primas condescienden a aceptar a alguno de los deudos en el tercero, donde se ubican envueltas en grandes pañoletas negras y moradas. El resto sube donde puede, y hay parientes que se ven precisados a llamar un taxi. Y si algunos, refrescados por el aire matinal y el largo trayecto, traman una reconquista en la necrópolis, amargo es su desengaño. Apenas llega el cajón al peristilo, mis hermanos rodean al orador designado por la familia o los amigos del difunto, y fácilmente reconocible por su cara de circunstancias y el rollito que le abulta el bolsillo del saco. Estrechándole las manos, le empapan las solapas con sus lágrimas, lo palmean con un blando sonido de tapioca y el orador no puede impedir que mi tío el menor suba a la tribuna y abra los discursos con una oración que es siempre un modelo de verdad y discreción. Dura tres minutos, se refiere exclusivamente al difunto, acota sus virtudes y da cuenta de sus defectos, sin quitar humanidad a nada de lo que se dice; está profundamente emocionado, y a veces le cuesta terminar. Apenas ha bajado, mi hermano el mayor ocupa la tribuna y se encarga del panegírico en nombre del vecindario, mientras el vecino designado a tal efecto trata de abrirse paso entre mis primas y hermanas, que lloran colgadas de su chaleco. Un gesto afable pero imperioso de mi padre moviliza al personal de la funeraria; dulcemente empieza a rodar el catafalco, y los oradores oficiales se quedan al pie de la tribuna, mirándose y estrujando los discursos con sus manos húmedas. Por lo regular no nos molestamos en acompañar al difunto hasta la bóveda o sepultura, sino que damos media vuelta y salimos todos juntos, comentando las incidencias del velorio. Desde lejos vemos cómo los parientes corren desesperadamente para agarrar alguno de los cordones del ataúd y se pelean con los vecinos que entre tanto se han posesionado de los cordones y prefieren llevarlos ellos a que los lleven los parientes.
9.9.07
"¿dónde quedaron esos gritos, esos cantos, esas consignas, esas caras, esas manos?
¿dónde quedaron las transpiraciones de las infinitas marchas?
¿dónde está esa alegria inocente, adolescente, ingenua?
¿qué les paso a todas esas gargantas que cantaron al unísono?
¿dónde se escondieron los pájaros?
¿dónde se derramo la tinta?
¿dónde se quedó el sonido?
¿dónde se fueron los sueños?"
2.9.07
1.9.07
Camilo: pucha, la verdad es que me cuesta un poquito empezar y hablar como loco sobre mi.
Camilo: pero camilo no tenis para qué hablar como loco sobre ti, sólo dime algunas cositas, por ejemplo, ¿cuántos años tenís?
Camilo: veinte, pero si ya lo sabís poh, la preguntiiita.
Camilo: te pregunto eso para que entremos en confianza, otra, ¿qué música escuchai?
Camilo: ah, eso siempre me cuesta responder, siempre digo que escucho desde silvio hasta los dream theater, o desde trova hasta rock metalero, aunque a veces (depende de la persona con la que esté hablando) especifíco algunas bandas, como pa que cáche, pero es dificil responder, cachai? mejor digo que escucho hartas cositas, pero sobre todo rock.
C: interesante camilo, al parecer tienes buenos gustos.
C: si poh, hay bandas muy buenas, por ejemplo los mars volta, los conoces?
C: si, esos son re buenos, los ví para el SUE 2004
C: Siiiii yo igual!
C: muy buenos, qué querís que te diga. Sigamos con las preguntas mejor, mira que me puedo emocionar y la entrevista se nos vá a la mierda.
C: jajajajá, ya sigamos. pregunta, pregunta.
C: Camilo, cachai que estoy viendo una serie gringa que se llama "my name is earl" la traduccion es facil, me llamo earl. Es la historia de un loco muy malhechor que de un momento a otro intenta cambiar su vida y reparar los daños que hizo, así que crea una lista y anota todas las maldades, cagadas que se mandó y las comienza a resarcir una por una. Así que mi pregunta es la siguiente, cuales han sido tus peores "cagadas"?
C: jajajaá, queé buena pregunta camilo, mira, la verdad es que tengo que ponerme a pensar para tratar de recordar las cosas que he hecho, mi memoria es muy mala.
C: Dále, tómate tu tiempo camilo.
C: Ya. Cuando era chico, en la básica, no sé si en sexto o séptimo, yo llegaba al colegio más o menos temprano y como a esa hora no había mucha gente, siempre pillaba la puerta de la sala de profesores abierta, era una salita re-chica, que era sala de profesores y biblioteca a la vez, yo me acercaba a la puerta, me escabullía y entraba ahí y sacaba algunos libros y me los escondía debajo de la chaleca, sobre la guata, sacaba uno o dos, y me iba. jajajá , así, me robé varios libros, todavía tengo algunos con el timbre del colegio en algunas hojas. Lo tonto de esto es que eran puros libros que nunca leía, sólo los sacaba para ponerlos en la repisa de mi casa y así se viera más bonita, porque teníamos re pocos libros.
C: ¿y nunca te pillaron?
C: no poh, nunca, la "hacía de oro" como dicen los cúmas.
C: jajajá, ¿alguna otra?
C: Una vez estabamos jugando a la pelota con mis amigos, y a mi me tocó chutiar un penal, lo malo fué que nuestra cancha estaba cerca de una camioneta y el arco contrario, o sea, al que yo le tenia que meter el gol, quedaba frente a ésa camioneta, cachai que me pongo en posicion para patear el penal y hago el gol, pero la pelota le llega al espejo retrovisor derecho de la camioneta y salta lejos, se hizo recagar. Yo quedé paralizado! porque jústo su dueño era esposo de la vieja pesada del pasaje, típico, la que no te entrega la pelota cuando cae en su casa, o la que se pone a barrer y nunca moja el pisoy quedan todos estornudando. Entonces ví que me pitié la cuestión y salí corriendo a mi casa, me escondí y tiritaba, pensaba que me podían retar o el viejo me podía acusar a mi papá. Menos mal que no pasó nada y me salvé! uf!
C: qué chistoso, ¿y ganaron el partido?
C: Si poh, pero dejámos la pichanga a medias nomás, de ahí ni supe que pasó con mis compañeros de equipo. No salí más a la calle durante ese día.
La Clase con greda
C: Ahora qué estamos hablando de condoros y cagadas varias, tienes alguna "plancha" digna de ser contada?
C: La pregunta ah, me da un poco de pudor contarlas. jajajá, pero bueno, ésta también fué cuando chico. Estaba en quinto, no sé en qué clase, estabamos trabajando con greda y a mi me dieron unas ganas muy grandes por hacer caca. Estuve aguantandome harto rato, y cuando le pedía permiso a la profesora para ir al baño me decía que no porque ya había gente en el baño, así que tenía que esperar a que volvieran para ir. ¡Nunca llegaban! se demoraban más que la cresta en volver, y mis ganas crecían y crecían, se hacia inaguantable, le preguntaba a la señorita si podía ir al baño y no. Ya mi guata no podía más cuando empezaron los primeros peitos y el mojón se escapó. Dejé la sala hedionda y yo decía que alguien había pisado caca de perro (como para sacarme los pillos) pero nadie tenía sus pies manchados. Hasta que se dieron cuenta y yo me taimé y me puse a llorar, la profesora estaba al lado mio y me hacía cariño en la cabeza, yo sé que ella sentía culpa porque todo fué "gracias" a ella, sin embargo trataba de consolarme diciendome cosas que no me acuerdo ahora. No recuerdo las caras de mis compañeritos con lo sucedido. La clase terminó al ratito después de "eso" y un compañero que se llama felipe me fué a dejar a la casa, me costaba caminar porque andaba como rapero, él también me trataba de consolar en el camino. llegué a mi casa y no había nadie así que rapidamente entré al baño y me limpié y me bañé y desde ahí que sufro con eso, así que siempre ando preparado con mi rollitos de confór en los bolsillos, por si las moscas jajajá.
Ay, me dieron ganas de ir al baño, vuelvo altiro.
C: Anda y ventila el baño!
C: Ahora sí. Me emocioné un poco con esa plancha. jajajá, dejé el baño olorocito eso si. jajajá
C: Que asco hombre, ya, sabes que más? me aburri de hablar conmigo, dejémos esta entrevista hasta aqui.
C: Bueno ya, igual quería seguir contando cosas, me estaba gustando la entrevista.
C: Después hacemos más entrevistas si quieres, ahora la última pregunta. Algunas palabras para los lectores amigos de tu blog?
C: Sí, primero, gracias a todos mis amigos y lectores que pasan por aquí y me dejan sus mensajitos, besitos para todos/as. Segundo, el humo de las lacrimógenas es muy fuerte así que nunca salgan a marchar sin sus limoncitos en los bolsillos, además la policía la mejor pega que hace es cuando reprime. Tercero, el mote con huesillos es el mejor postre y por último es que todavía sigo soltero esperando alguna niña que sea terrible buena onda.
C: Chao camilo, gracias por la entrevista.
C: Chao camilo, no hay de qué(so nomás de papas).
No me muero de pena, me muero de ti
estoy en un frasco de jarabe
con los ojos irritados
con las fosas nasales infinitas,
me estoy secando como cuero con sal.
con el tiempo te fuiste poniendo buena con otros
y mala conmigo,
no te diste cuenta pero me pateaste la garganta,
a veces me sangran las narices pensando en ti,
mis juguetes dicen que ya no me quieres
me lo dicen con las orejas,
¿recuerdas que yo he estado adentro de tus orejas?
- no me hables así, no me hables de eso.
Es que se quebró como un espejo
te quebraste en mis manos,
me muero y no vas a llamar,
este amor se puso como los de las películas,
me muero porque me quiero morir, por tu culpa me quiero morir
me voy a cortar el pelo, afeitar la barba,
mejor estudio afuera;
ojalá me veas llorar
porque me daría más pena que no me vieras,
no quiero terminar en seco,
si me caigo que sea resbalando
- no me mires así
no quiero que me veas como me tiembla el mentón,
concéntrate en estos ojos de pestañas cortas:
se nos escapó como jabón
se azotó contra corazones más chicos, pero puntudos
se partió en tres
sí, en tres
se fue por el desagüe, ni con alambre nos pude salvar,
me muero porque se muere.
¿quién iba a pensar que la otra foca muerta
iba a llegar volando?
¿quién iba a pensar que lo feo
no era tan malo como lo otro?
no estaba
no estoy preparado
no es llegar y morirme
¿no vas a decir nada?
¿y quién me entiende a mí?
- mejor tomo pastillas
voy a aprender a tocar pianito
voy a ver mucha televisión,
la cara se me cae
tu guitarra no tiene sentido,
soy un martillo con patitas
- ya no voy a poder besar
estoy envenenado de amor dudoso, tu amor dudoso
que me pone triste el pelo
que me agranda y me achica
que me aprieta botones
que me da cuerda
que me desenchufa
que tiene sexo de abejitas que se ríen
y de abejitas que se lloran.
Si no vuelvo, no es de malo,
lo que pasa es que no tomé la precaución
de tirar migas por el camino,
me dediqué a espantarte las palomas
a espantarte los loros
a espantarte los perros y las perras
es que en realidad soy un payaso,
bueno que le voy a hacer...
Cuando aprendas a dibujar
dibújame a mí, llámame a mí
no lo llames a él
a e-él,
llora por mí.
Cuando aprendas a cantar
yo no te escucharé,
pero sería lindo que imaginaras que yo te escucho
¿cierto que sería lindo?
mal que mal no queríamos mucho
a veces hasta nos amábamos,
sería lindo, pero triste
triste, pero lindo.
Me muero, mi niña, ¡me muero!
todavía con las zapatillas café
tú con tus dedos pelados
yo bailando divertido
divertido, pero triste
escuchando lo de siempre.
un pañuelo con lágrimas y con mocos
un cartel rojo de se vende en una ventana chica
un auto chocado por el lado
una mancha de sangre en la carretera para la playa,
estoy lleno de palabras tuyas,
la gente me pregunta por ti,
les digo que estás bien
estudiando y trabajando
la gente me pregunta por nosotros
les digo que estás bien
estudiando y trabajando
la gente me pregunta por mí
les digo que estás bien
estudiando y trabajando.