Estábamos chicos y yo llegaba tarde al partido. Pasaba por calles y plazas que quizas alguna vez cuando niño caminé y miré, tenía tan latente la hora del partido sin embargo llego tarde, llego con la ropa puesta y los zapatos de fútbol con (es)toperoles bien cómodos, entro por un cambio, eramos chicos (bien chicos) y masco un mitimiti, ingreso por el lado oriente de la cancha al lado izquierdo del arco de nuestro equipo y el Juan (nuestro deté) me dice cosas y dá animos, me palmetea la espalda y me dice que "le meta", sale el niñito que reemplazo, doy un paso dentro de la cancha y la pelota llega rápida a mis pies, no distingo rostros ni miradas, el baloncito en mis patitas talla 38 y corro y corro, unpaseporaqui unpaseporallá, ahora que lo escribo me acuerdo de los super campeones, pero en el sueño ni me acordaba de ellos, sigo corriendo y la pelota gira, avanzamos hasta la porteria contraria (o antagónica como siempre dicen en la tele), me paso a unos pendejos con caremalo, cruzamos la cancha y en el area grande le doy el manso pase gol al Nani, la tóma y la mete altiro y sin dudar, el arquerito de unocuarenta se tira pa impedir que la pelota flaite entre, pero pasa como a un metro y tanto de él, el Nani estaba en el area chica en posición opuesta a la mia y el pase le llegó bacán, jústito para llegar y meterla adentro, celebramos el gol pendejo con euforia y se escuchan esos aplausos de los viejos chichas que miran la pichanga desde la reja y los aplausos de los padres de algunos chiquillos, yo miro a los del otro equipo que están bajo el arco, esos arcos que se veian tan grandes y que apenas alcanzabamos a tocar el travesaño con nuestros súper saltos y nos quedamos ahí celebrando el uno cero. Ahora recuerdo que al partido llegué en bicicleta y la cancha era de tierra.