Dos veces a la semana entramos temprano a la U, me estoy acostumbrando a llegar tarde y escuchar que la profe de inglés le diga al curso: Llegó el Gerente, y algunos se rían y otros sigan mirando la pizarra con esa cara de pavos que nadie se las saca. En las noches previas al día que hay que madrugar, tecleo en el celular con pantalla verde las cero-siete-uno-cinco, despierto casi quince minutos más tarde y con una habilidad de borracho. Enciendo la lúz del velador, me levanto, me acuesto, hagó así con las frazadas y pienso: que está riiiiiiiiica la camaa. Me levanto y camino hacia la ventana, corro la cortina y miro si está o no está el sol, también para que ilumine más la habitación. Mientras hago pipí pienso en la suerte que tengo de vivir cerca de una estación de metro y no vivir TAN LEJOS de Toesca, como ellos, que viven en rancagua o tóman el bus en lampa a las nosécuánto de la mañana para llegar sagradamente o un poquito pasado de las 8.45. Aquí mi actividad mañanera se vuelve fome y redundante, salgo a encender el cálifon, tirito y vuelvo a entrar, me encierro en el baño, me empeloto y me resfriego, el ombligo y las orejas, mi sexo y el poto, los brazos y axilas, el pelo y los pies, y así hasta quedar con olor a jabón Dove verano color naranja. Entro a mi Pieza y tiro la toalla al piso, me súbo en ella para no tiritar por el frio de la cerámica y me pongo los calcetines, los calzoncillos, desodorantes en ambos brazos y colonia para el flacuchento cuerpo, el blullín regalón y las poleras con chaleca incluida, al final; las zapatillas. Camino a la cocina y enciendo la tetera, me preparo el té y lo llevo a mi pieza. Con asco masco el pan y trago con mucho té. Leo con cuidado las noticias de la Cooperativa frente al computador, siento el retorcijón que me dá con el té mañanero, hago caca y me lavo los dientes por casi siete minutos, enjuague bucal, tercera vez que hago pipí. Me miro al Espejo, lentes para la miopía, pase escolar, discman, mochila, abro la puerta de la calle, cierro con llave y me voy.