28.9.07
j.cortázar
23.9.07
I'm with my dad
yes
dad
I remember
my father was there
oh yeah oh yeah
we're in a concert
a Duke Ellington concert
yes my man, Duke Ellington
the band starts to play bass, drums, and all
its amazing with their super swing
the Duke enters the stage
he's rediant in a glowing white tuxedo
"el Duke la ultima vez que lo ví fué en el Olimpia en 1958, muchas gracias mis hijitos por la invitación"
"Oye! Pero ques esto!? Esto es no Duke Ellington! Esto es un Pato! Esto es un Pato Ellington!"
"Dad, this is not Duke Ellington, but Duck Ellington. This is a dream"
"Que!?"
"I'm sorry dad, but you're dead, you've lost the battle to cancer"
NO NO I cried so hard, I could feel my tears forming to rivers under my eyes
IN DREAMS EMOTIONS ARE OVERWHELMING
18.9.07
La mujer la mira asombrada. Está acostumbrada a la dádiva, al rechazo, a la indiferencia. No al diálogo.
- ¿Cómo?
- Digo que por qué pide.
- Para comer, señora. Por amor de Dios.
- ¿Y no puede trabajar?
- No, señora. Por amor de Dios.
- ¿No puede o no quiere?
- No, señora.
- ¿No qué?
- No hay trabjo. Por amor de Dios.
- Déje tranquilo el amor de Dios. ¿No se da cuenta de que Dios no quiere amarla?
- No diga eso, señora. No diga eso.
- Tome.
- Gracias, señora. Por amor de Dios.
Ahora camina con pasos más firmes y más rápidos. La mendiga queda atrás, atónita. Uno de sus niños rompe a llorar. Graciela vuelve la cabeza para mirar al grupo, pero no se detiene.
Siempre que pasó frente a algún mendigo y este me pide plata o me mira con cara de perro callejero golpeado no sé qué hacer. Me gustaría acercarme y hacerle esas preguntas del libro pero nunca me atrevo. Siempre me cuesta dar plata, a veces no ando trayendo, pero otras no regalo porque pienso que es un poco humillante, aunque a ellos no le interese la humillación. Estar en el piso y todo cochino basta. Y tampoco les importe si yo pienso que es humillante, sólo quieren las monedas o los vueltos. Quizás para la próxima me acerce a alguno y dialogue, como dice arriba, están acostumbrados al rechazo, la indiferencia.
14.9.07
10.9.07
conductas en los velorios
No vamos por el anís, ni porque hay que ir. Ya se habrá sospechado: vamos porque no podemos soportar las formas más solapadas de la hipocresía. Mi prima segunda la mayor se encarga de cerciorarse de la índole del duelo, y si es de verdad, si se llora porque llorar es lo único que les queda a esos hombres y a esas mujeres entre el olor a nardos y a café, entonces nos quedamos en casa y los acompañamos desde lejos. A lo sumo mi madre va un rato y saluda en nombre de la familia; no nos gusta interponer insolentemente nuestra vida ajena a ese diálogo con la sombra. Pero si de la pausada investigación de mi prima surge la sospecha de que en un patio cubierto o en la sala se han armado los trípodes del camelo, entonces la familia se pone sus mejores trajes, espera a que el velorio esté a punto, y se va presentando de a poco pero implacablemente.
En Pacífico las cosas ocurren casi siempre en un patio con macetas y música de radio. Para estas ocasiones los vecinos condescienden a apagar las radios, y quedan solamente los jazmines y los parientes, alternándose contra las paredes. Llegamos de a uno o de a dos, saludamos a los deudos, a quienes se reconoce fácilmente porque lloran apenas ven entrar a alguien, y vamos a inclinarnos ante el difunto, escoltados por algún pariente cercano. Una o dos horas después toda la familia está en la casa mortuoria, pero aunque los vecinos nos conocen bien, procedemos como si cada uno hubiera venido por su cuenta y apenas hablamos entre nosotros. Un método preciso ordena nuestros actos, escoge los interlocutores con quienes se departe en la cocina, bajo el naranjo, en los dormitorios, en el zaguán, y de cuando en cuando se sale a fumar al patio o a la calle, o se da una vuelta a la manzana para ventilar opiniones políticas y deportivas. No nos lleva demasiado tiempo sondear los sentimientos de los deudos más inmediatos, los vasitos de caña, el mate dulce y los Particulares livianos son el puente confidencial; antes de medianoche estamos seguros, podemos actuar sin remordimientos. Por lo común mi hermana la menor se encarga de la primera escaramuza; diestramente ubicada a los pies del ataúd, se tapa los ojos con un pañuelo violeta y empieza a llorar, primero en silencio, empapando el pañuelo a un punto increíble, después con hipos y jadeos, y finalmente le acomete un ataque terrible de llanto que obliga a las vecinas a llevarla a la cama preparada para esas emergencias, darle a oler agua de azahar y consolarla, mientras otras vecinas se ocupan de los parientes cercanos bruscamente contagiados por la crisis. Durante un rato hay un amontonamiento de gente en la puerta de la capilla ardiente, preguntas y noticias en voz baja, encogimientos de hombros por parte de los vecinos. Agotados por un esfuerzo en que han debido emplearse a fondo, los deudos amenguan en sus manifestaciones, y en ese mismo momento mis tres primas segundas se largan a llorar sin afectación, sin gritos, pero tan conmovedoramente que los parientes y vecinos sienten la emulación, comprenden que no es posible quedarse así descansando mientras extraños de la otra cuadra se afligen de tal manera, y otra vez se suman a la deploración general, otra vez hay que hacer sitio en las camas, apantanar a señoras ancianas, aflojar el cinturón a viejitos convulsionados. Mis hermanos y yo esperamos por lo regular este momento para entrar en la sala mortuorio y ubicarnos junto al ataúd. Por extraño que parezca estamos realmente afligidos, jamás podemos oír llorar a nuestras hermanas sin que una congoja infinita nos llene el pecho y nos recuerde cosas de la infancia, unos campos cerca de Villa Albertina, un tranvía que chirriaba al tomar la curva en la calle General Rodríguez, en Bánfield, cosas así, siempre tan tristes. Nos basta ver las manos cruzadas del difunto para que el llanto nos arrase de golpe, nos obligue a taparnos la cara avergonzados, y somos cinco hombres que lloran de verdad en el velorio, mientras los deudos juntan desesperadamente el aliento para igualarnos, sintiendo que cueste lo que cueste deben demostrar que el velorio es el de ellos, que solamente ellos tienen derecho a llorar así en esa casa. Pero son pocos, y mienten (eso lo sabemos por mi prima segunda la mayor, y nos da fuerzas). En vano acumulan los hipos y los desmayos, inútilmente los vecinos más solidarios los apoyan con sus consuelos y sus reflexiones, llevándolos y trayéndolos para que descansen y se reincorporen a la lucha. Mis padres y mi tío el mayor nos reemplazan ahora, hay algo que impone respeto en el dolor de estos ancianos que han venido desde la calle Humboldt, cinco cuadras contando desde la esquina, para velar al finado. Los vecinos más coherentes empiezan a perder pie, dejan caer a los deudos, se van a la cocina a beber grapa y a comentar; algunos parientes, extenuados por una hora y media de llanto sostenido, duermen estertorosamente. Nosotros nos relevamos en orden, aunque sin dar la impresión de nada preparado; antes de las seis de la mañana somos los dueños indiscutidos del velorio, la mayoría de los vecinos se han ido a dormir a sus casas, los parientes yacen en diferentes posturas y grados de abotagamiento, el alba nace en el patio. A esa hora mis tías organizan enérgicos refrigerios en la cocina, bebemos café hirviendo, nos miramos brillantemente al cruzarnos en el zaguán o los dormitorios; tenemos algo de hormigas yendo y viniendo, frotándose las antenas al pasar. Cuando llega el coche fúnebre las disposiciones están tomadas, mis hermanas llevan a los parientes a despedirse del finado antes del cierre del ataúd, los sostienen y confortan mientras mis primas y mis hermanos se van adelantando hasta desalojarlos, abreviar el último adiós y quedarse solos junto al muerto. Rendidos, extraviados, comprendiendo vagamente pero incapaces de reaccionar, los deudos se dejan llevar y traer, beben cualquier cosa que se les acerca a los labios y responden con vagas protestas inconsistentes a las cariñosas solicitudes de mis primas y mis hermanas. Cuando es hora de partir y la casa está llena de parientes y amigos, una organización invisible pero sin brechas decide cada movimiento, el director de la funeraria acata las órdenes de mi padre, la remoción del ataúd se hace de acuerdo con las indicaciones de mi tío el mayor. Alguna que otra vez los parientes llegados a último momento adelantan una reivindicación destemplada; los vecinos, convencidos ya de que todo es como debe ser, los miran escandalizados y los obligan a callarse. En el coche de duelo se instalan mis padres y mis tíos, mis hermanos suben al segundo y mis primas condescienden a aceptar a alguno de los deudos en el tercero, donde se ubican envueltas en grandes pañoletas negras y moradas. El resto sube donde puede, y hay parientes que se ven precisados a llamar un taxi. Y si algunos, refrescados por el aire matinal y el largo trayecto, traman una reconquista en la necrópolis, amargo es su desengaño. Apenas llega el cajón al peristilo, mis hermanos rodean al orador designado por la familia o los amigos del difunto, y fácilmente reconocible por su cara de circunstancias y el rollito que le abulta el bolsillo del saco. Estrechándole las manos, le empapan las solapas con sus lágrimas, lo palmean con un blando sonido de tapioca y el orador no puede impedir que mi tío el menor suba a la tribuna y abra los discursos con una oración que es siempre un modelo de verdad y discreción. Dura tres minutos, se refiere exclusivamente al difunto, acota sus virtudes y da cuenta de sus defectos, sin quitar humanidad a nada de lo que se dice; está profundamente emocionado, y a veces le cuesta terminar. Apenas ha bajado, mi hermano el mayor ocupa la tribuna y se encarga del panegírico en nombre del vecindario, mientras el vecino designado a tal efecto trata de abrirse paso entre mis primas y hermanas, que lloran colgadas de su chaleco. Un gesto afable pero imperioso de mi padre moviliza al personal de la funeraria; dulcemente empieza a rodar el catafalco, y los oradores oficiales se quedan al pie de la tribuna, mirándose y estrujando los discursos con sus manos húmedas. Por lo regular no nos molestamos en acompañar al difunto hasta la bóveda o sepultura, sino que damos media vuelta y salimos todos juntos, comentando las incidencias del velorio. Desde lejos vemos cómo los parientes corren desesperadamente para agarrar alguno de los cordones del ataúd y se pelean con los vecinos que entre tanto se han posesionado de los cordones y prefieren llevarlos ellos a que los lleven los parientes.
9.9.07
"¿dónde quedaron esos gritos, esos cantos, esas consignas, esas caras, esas manos?
¿dónde quedaron las transpiraciones de las infinitas marchas?
¿dónde está esa alegria inocente, adolescente, ingenua?
¿qué les paso a todas esas gargantas que cantaron al unísono?
¿dónde se escondieron los pájaros?
¿dónde se derramo la tinta?
¿dónde se quedó el sonido?
¿dónde se fueron los sueños?"
2.9.07
1.9.07
Camilo: pucha, la verdad es que me cuesta un poquito empezar y hablar como loco sobre mi.
Camilo: pero camilo no tenis para qué hablar como loco sobre ti, sólo dime algunas cositas, por ejemplo, ¿cuántos años tenís?
Camilo: veinte, pero si ya lo sabís poh, la preguntiiita.
Camilo: te pregunto eso para que entremos en confianza, otra, ¿qué música escuchai?
Camilo: ah, eso siempre me cuesta responder, siempre digo que escucho desde silvio hasta los dream theater, o desde trova hasta rock metalero, aunque a veces (depende de la persona con la que esté hablando) especifíco algunas bandas, como pa que cáche, pero es dificil responder, cachai? mejor digo que escucho hartas cositas, pero sobre todo rock.
C: interesante camilo, al parecer tienes buenos gustos.
C: si poh, hay bandas muy buenas, por ejemplo los mars volta, los conoces?
C: si, esos son re buenos, los ví para el SUE 2004
C: Siiiii yo igual!
C: muy buenos, qué querís que te diga. Sigamos con las preguntas mejor, mira que me puedo emocionar y la entrevista se nos vá a la mierda.
C: jajajajá, ya sigamos. pregunta, pregunta.
C: Camilo, cachai que estoy viendo una serie gringa que se llama "my name is earl" la traduccion es facil, me llamo earl. Es la historia de un loco muy malhechor que de un momento a otro intenta cambiar su vida y reparar los daños que hizo, así que crea una lista y anota todas las maldades, cagadas que se mandó y las comienza a resarcir una por una. Así que mi pregunta es la siguiente, cuales han sido tus peores "cagadas"?
C: jajajaá, queé buena pregunta camilo, mira, la verdad es que tengo que ponerme a pensar para tratar de recordar las cosas que he hecho, mi memoria es muy mala.
C: Dále, tómate tu tiempo camilo.
C: Ya. Cuando era chico, en la básica, no sé si en sexto o séptimo, yo llegaba al colegio más o menos temprano y como a esa hora no había mucha gente, siempre pillaba la puerta de la sala de profesores abierta, era una salita re-chica, que era sala de profesores y biblioteca a la vez, yo me acercaba a la puerta, me escabullía y entraba ahí y sacaba algunos libros y me los escondía debajo de la chaleca, sobre la guata, sacaba uno o dos, y me iba. jajajá , así, me robé varios libros, todavía tengo algunos con el timbre del colegio en algunas hojas. Lo tonto de esto es que eran puros libros que nunca leía, sólo los sacaba para ponerlos en la repisa de mi casa y así se viera más bonita, porque teníamos re pocos libros.
C: ¿y nunca te pillaron?
C: no poh, nunca, la "hacía de oro" como dicen los cúmas.
C: jajajá, ¿alguna otra?
C: Una vez estabamos jugando a la pelota con mis amigos, y a mi me tocó chutiar un penal, lo malo fué que nuestra cancha estaba cerca de una camioneta y el arco contrario, o sea, al que yo le tenia que meter el gol, quedaba frente a ésa camioneta, cachai que me pongo en posicion para patear el penal y hago el gol, pero la pelota le llega al espejo retrovisor derecho de la camioneta y salta lejos, se hizo recagar. Yo quedé paralizado! porque jústo su dueño era esposo de la vieja pesada del pasaje, típico, la que no te entrega la pelota cuando cae en su casa, o la que se pone a barrer y nunca moja el pisoy quedan todos estornudando. Entonces ví que me pitié la cuestión y salí corriendo a mi casa, me escondí y tiritaba, pensaba que me podían retar o el viejo me podía acusar a mi papá. Menos mal que no pasó nada y me salvé! uf!
C: qué chistoso, ¿y ganaron el partido?
C: Si poh, pero dejámos la pichanga a medias nomás, de ahí ni supe que pasó con mis compañeros de equipo. No salí más a la calle durante ese día.
La Clase con greda
C: Ahora qué estamos hablando de condoros y cagadas varias, tienes alguna "plancha" digna de ser contada?
C: La pregunta ah, me da un poco de pudor contarlas. jajajá, pero bueno, ésta también fué cuando chico. Estaba en quinto, no sé en qué clase, estabamos trabajando con greda y a mi me dieron unas ganas muy grandes por hacer caca. Estuve aguantandome harto rato, y cuando le pedía permiso a la profesora para ir al baño me decía que no porque ya había gente en el baño, así que tenía que esperar a que volvieran para ir. ¡Nunca llegaban! se demoraban más que la cresta en volver, y mis ganas crecían y crecían, se hacia inaguantable, le preguntaba a la señorita si podía ir al baño y no. Ya mi guata no podía más cuando empezaron los primeros peitos y el mojón se escapó. Dejé la sala hedionda y yo decía que alguien había pisado caca de perro (como para sacarme los pillos) pero nadie tenía sus pies manchados. Hasta que se dieron cuenta y yo me taimé y me puse a llorar, la profesora estaba al lado mio y me hacía cariño en la cabeza, yo sé que ella sentía culpa porque todo fué "gracias" a ella, sin embargo trataba de consolarme diciendome cosas que no me acuerdo ahora. No recuerdo las caras de mis compañeritos con lo sucedido. La clase terminó al ratito después de "eso" y un compañero que se llama felipe me fué a dejar a la casa, me costaba caminar porque andaba como rapero, él también me trataba de consolar en el camino. llegué a mi casa y no había nadie así que rapidamente entré al baño y me limpié y me bañé y desde ahí que sufro con eso, así que siempre ando preparado con mi rollitos de confór en los bolsillos, por si las moscas jajajá.
Ay, me dieron ganas de ir al baño, vuelvo altiro.
C: Anda y ventila el baño!
C: Ahora sí. Me emocioné un poco con esa plancha. jajajá, dejé el baño olorocito eso si. jajajá
C: Que asco hombre, ya, sabes que más? me aburri de hablar conmigo, dejémos esta entrevista hasta aqui.
C: Bueno ya, igual quería seguir contando cosas, me estaba gustando la entrevista.
C: Después hacemos más entrevistas si quieres, ahora la última pregunta. Algunas palabras para los lectores amigos de tu blog?
C: Sí, primero, gracias a todos mis amigos y lectores que pasan por aquí y me dejan sus mensajitos, besitos para todos/as. Segundo, el humo de las lacrimógenas es muy fuerte así que nunca salgan a marchar sin sus limoncitos en los bolsillos, además la policía la mejor pega que hace es cuando reprime. Tercero, el mote con huesillos es el mejor postre y por último es que todavía sigo soltero esperando alguna niña que sea terrible buena onda.
C: Chao camilo, gracias por la entrevista.
C: Chao camilo, no hay de qué(so nomás de papas).
No me muero de pena, me muero de ti
estoy en un frasco de jarabe
con los ojos irritados
con las fosas nasales infinitas,
me estoy secando como cuero con sal.
con el tiempo te fuiste poniendo buena con otros
y mala conmigo,
no te diste cuenta pero me pateaste la garganta,
a veces me sangran las narices pensando en ti,
mis juguetes dicen que ya no me quieres
me lo dicen con las orejas,
¿recuerdas que yo he estado adentro de tus orejas?
- no me hables así, no me hables de eso.
Es que se quebró como un espejo
te quebraste en mis manos,
me muero y no vas a llamar,
este amor se puso como los de las películas,
me muero porque me quiero morir, por tu culpa me quiero morir
me voy a cortar el pelo, afeitar la barba,
mejor estudio afuera;
ojalá me veas llorar
porque me daría más pena que no me vieras,
no quiero terminar en seco,
si me caigo que sea resbalando
- no me mires así
no quiero que me veas como me tiembla el mentón,
concéntrate en estos ojos de pestañas cortas:
se nos escapó como jabón
se azotó contra corazones más chicos, pero puntudos
se partió en tres
sí, en tres
se fue por el desagüe, ni con alambre nos pude salvar,
me muero porque se muere.
¿quién iba a pensar que la otra foca muerta
iba a llegar volando?
¿quién iba a pensar que lo feo
no era tan malo como lo otro?
no estaba
no estoy preparado
no es llegar y morirme
¿no vas a decir nada?
¿y quién me entiende a mí?
- mejor tomo pastillas
voy a aprender a tocar pianito
voy a ver mucha televisión,
la cara se me cae
tu guitarra no tiene sentido,
soy un martillo con patitas
- ya no voy a poder besar
estoy envenenado de amor dudoso, tu amor dudoso
que me pone triste el pelo
que me agranda y me achica
que me aprieta botones
que me da cuerda
que me desenchufa
que tiene sexo de abejitas que se ríen
y de abejitas que se lloran.
Si no vuelvo, no es de malo,
lo que pasa es que no tomé la precaución
de tirar migas por el camino,
me dediqué a espantarte las palomas
a espantarte los loros
a espantarte los perros y las perras
es que en realidad soy un payaso,
bueno que le voy a hacer...
Cuando aprendas a dibujar
dibújame a mí, llámame a mí
no lo llames a él
a e-él,
llora por mí.
Cuando aprendas a cantar
yo no te escucharé,
pero sería lindo que imaginaras que yo te escucho
¿cierto que sería lindo?
mal que mal no queríamos mucho
a veces hasta nos amábamos,
sería lindo, pero triste
triste, pero lindo.
Me muero, mi niña, ¡me muero!
todavía con las zapatillas café
tú con tus dedos pelados
yo bailando divertido
divertido, pero triste
escuchando lo de siempre.
un pañuelo con lágrimas y con mocos
un cartel rojo de se vende en una ventana chica
un auto chocado por el lado
una mancha de sangre en la carretera para la playa,
estoy lleno de palabras tuyas,
la gente me pregunta por ti,
les digo que estás bien
estudiando y trabajando
la gente me pregunta por nosotros
les digo que estás bien
estudiando y trabajando
la gente me pregunta por mí
les digo que estás bien
estudiando y trabajando.
Y el espacio de violines se volvio telas de arañas
Huye un corazon enfermo por el corredor escapa
Y en el comedor de cedro engancha y se le quibra un ala
Si en sangre tibia se muere, no te desesperes porque yo tambien lloraba
Si en el cielo detallado sombras que ponian huevos
Si al abrir los huevos nacen ojos que parecen cuervos
Si en sangre tibia los cuervos tienen corazon por dentro y por afuera alas
En los circulos del techo corren caballos de un circo
Con alas de mariposa, uno verde, el otro pinto
Los dibujos de la alfombra, las miradas de la estatua
Todo es soledad sin calma para el corazon en casa