Qué fome, no sé ni qué hora es, no hay ni gente para mirar, pasan cien autos por minuto, ¿o serán noventa y ocho?. me dá sueño, no puedo escribir, ni siquiera tengo un lápiz o un papel. A mi derecha hay una niña CASI linda, pero ésto de ser miope impide definir la belleza tan lejana.
¿Qué habrá que todos los autos van hacia allá? ¿de qué me pierdo aquí sentado mirando al viento?
Proyecto mis próximos quince o cuarenta minutos: Ahí en el paradero esperando la tres siete tres, la tres cinco cuatro o si tengo suerte, la cuatroscientos cinco (son buenos buses y suavecitos).Estaré inquieto como de costumbre, con el pase en la mano y los ciento veinte de rigor en la otra.

El tiempo pasa y mis colegas de espera se van uno a uno y yo permanezco mirando el cambio de verde, amarillo, rojo y verde, amarillo y rojo y verde, amarillo y rojo. Algún heladero podría aparecer y desaparecer casi magicamente en esa esquina, quizás no ocurra nada y yo siga aquí aburrido imaginando que la micro está allá detrás del carmesí del semáforo con sus puertas abiertas a lo ancho y yo iría pletórico corriendo hacia ella, cruzando la calle con el parpadeo del monito de verde y después de subir y recibir el boleto le diría: ¡¡GRACIAS TIO!!