Mi dulce memoria,
has sido enterrada a los pies
de un árbol hendido,
por esta tormenta de rayos catódicos,
horrores y luz de espejismo.
Rojas amapolas,
vientos del olvido
hacen temblar
como animales dormidos.
Enferma de amnesia,
calla la ciudad.
Guerras preventivas,
los delirios de un loco borracho
que no escucha a nadie.
Los fantasmas de Shaigon
deambulan insomnes
por la vieja ciudad de Scherezade.
Lo dijo Casandra
mas no la creíste.
No estamos a salvo,
no somos más libres.
La Historia está viva,
violenta y mortal.
Mi dulce memoria
quizá te despierte
esta triste elegía.
Que traigan tus besos
ese otro mundo posible
que tiembla en tu boca,
que anuncia este día.
Muros de vergüenza
traen la sombra del pasado,
arrebatando tu luz,
oscurecen nuestros cielos.
Hombres y mujeres de Cracovia,
atrapados por murallas,
leen con velas el Talmud,
esperan dentro del guetto.
Y en Palestina
tras otro muro
un hombre se encomienda a Alá,
llora y maldice a este mundo
que siempre lo olvida,
que ignora su llanto.
Ríos de humanidad huyendo
del frío y de hambre
sueñan con llegar muy lejos,
quizás solo hasta mañana.
Ya no recuerdas los trenes
que partían de aquí
cargados con tu esperanza
hacia la vieja Alemania.
Se rompen las cáscaras
de nuez contra tus costas.
Y el estrecho es un abismo
que salva a la vieja Europa.
¿De qué? ¿Ya no recuerdas?
Pueblo emigrante,
enfermo de amnesia.
Camino por las calles centricas de esta descuidada ciudad y veo tanto mendigo, tanta necesidad que la puedes palpar y respirar, pero desvíamos la cabeza y seguimos nuestro presuroso rumbo...
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