2.3.07

Con la sed de un quiltro callejero o el calor de un lomo de toro desa calle que ningún auto transita vamos saltando por los techos con prisa para llegar a la casa y hacer caquita, para juntarse con la mina y decirle disculpa, me atrasé, para alcanzar la hora al médico, o dejar el recado, para viajar por viajar, porque en la casa todo está en pause, en mute, en off y no hay cosa que entretenga.
El sudor bajo el brazo comienza a dejar un tono oscuro en las ropas de los aburridos pasajeros. En mi axila izquierda ya puedo sentir, por ejemplo, que escurre el aguacida y hedionda y comienza a tomar un contacto autoritario con mi piel, como con estíc fíc la polera se me pega y ya no importa, a esta hora vamos todos igual.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

lo último huele a metro a eso de las
diecisiete horas.
Uhm pero también a ese de las dos pe eme.

Cuída tus espacios desmuelados.

Anónimo dijo...

Lo nuestro fue, mi amor, también muy insólito, y muy extraño, ya lo sabes, pero no tuvimos playa, tampoco río. Nosotros, si acaso, hemos tenido una montaña, también de noche, y también de invierno, de invierno cabrón y crudo como este que no sé si se ha ido todavía, y al fondo y abajo, la ciudad, y sus luces, empañadas por el vaho del cristal, aunque tampoco las miramos mucho, todo hay que decirlo, ocupados como estábamos los dos en encenderle primero, y apagarle después, el calor el uno a la piel del otro. Mi sensación, no obstante, realidad o ficción, montaña o playa, sigue siendo igual de mágica. Como mágico fue, o casi, que en ese mismo lugar, donde tanto nos amamos, estuviéramos a punto de decirnos adiós; nuestros caminos, entre las lágrimas, de ambos, separarse definitivamente. Quién sabe si eso ha de volver a suceder, si seguiremos juntos de aquí a un mes, o a un año, o a varios, si seguiremos queriéndonos así hasta que, sea cual sea, el fin llegue y todo lo rompa, o tal vez se enfríen nuestras pieles, se entibien definitivamente, y, con el tiempo, acabemos echando pestes el uno del otro, ácidos e irrecuperables para la pasión. Parece difícil ahora, ¿no crees?, incluso duro por mi parte sacarlo a relucir en este momento, que todo parece ir tan bien –o casi-, y algo así, tan terrible, se nos antoja lejano e improbable... Pero todo principio incluye, tarde o temprano, un final, va en el paquete, y dicen que el amor se acaba, que no es para siempre, dicen incluso que dura tan poco como cuatro años… Recuerdo que me soltaste un discurso así al conocernos. ¿Qué pretendías? ¿Asustarme? ¿Probarme?... Con el tiempo comprobarías, bastante a tu pesar, que a cínico ni me ganas tú, desde luego, ni me ganan muchos más, pero no me rendí entonces, como tampoco quiero hacerlo ahora, y no sólo porque ahora mismo te sienta el amor de mi vida, sino también porque, por muy escéptico y desengañado que pueda llegar a ser, para mí, todo este principio vale la pena, sea cual haya de ser su final. Yo jamás cometería el error, la estupidez bárbara, de borrarte de mi memoria, jamás me arrepentiría de uno solo de los segundos de mi vida compartidos contigo, aun cuando las cosas entre nosotros terminasen, aun cuando ya el uno por el otro no sintiese otra cosa que desdén, o desprecio, o quién sabe sino, talvez, incluso odio. Pienso que de querer, tampoco podría hacerlo, ni podrían hacerlo, otros cualesquiera, borrarte así, de un plumazo, de mí mente y de mí corazón. Sólo yo soy dueño de lo que fueron nuestra primeras veces; por primera vez verte, verte a ti, y verte sonreír, o hacer muecas, o poner cara de duda, o simplemente llorar cuando pensábamos que tras aquellas lágrimas nos diríamos adiós; también por primera vez escucharte, hablar, susurrar, decirme “te quiero”, y acto seguido, tras las palabras, llorar yo, como una niña, feliz y divina, porque al fin escuchaba algo que había soñado caer de tus labios tantas y tantas noches de insomnio; por primera vez tomar tu mano, o mesar tu pelo, estrecharte entre mis brazos, y sentir que nada me podía llenar tanto como vaciarme en ti, y que tú hicieras y sintieras lo mismo. Sólo yo sé, también, lo mucho que me ha costado llegar hasta aquí, que fue también un llegar hasta ti, total, al fin librado de dudas y miedos, sincera después de tanta lucha; lo mucho que me ha dolido estar ahí, y tú no estabas más que en la distancia, y de amor terrible y homicida valentía, para mantenerme a tu lado. Yo te dije una vez, cuando todo estaba naciendo, y era fantástico y maravilloso, y ni una sombra de dolor había en nuestro horizonte, que no me olvidaras. Yo no te voy a poder olvidar jamás, no podría aunque quisiera, porque te voy a querer toda mi vida. No es fácil querer así, lo sé, lo sabemos, e imposible borrar todas las huellas que un amor así te deja. Nada ni nadie conseguirá arrebatarme ninguno de los momentos maravillosos que me ha traído conocerte, sentir cómo tu capacidad de ilusión y de felicidad por las cosas más pequeñas rellena de luz los vacíos de mí melancolía. Pero soy valiente, lo sabes, probablemente más que tú, quizá rayano en lo suicida, y nunca me voy a conformar más que con el todo, y si no, será la nada... la vida es demasiado corta y valiosa como para gastarla en medias tintas, ¿no te parece?